Y la Soledad,
aquella zorrona de siete letras,
le hizo sitio a la Tristeza.
Merecía la pena ver a reverendas
perras desechando sus vidas mientras compartían botella. El Alcohol
se esfumó pero llegaron las amigas Pastillas, regalando sonrisas de
pantomima y amores de mentira. Y allí estaba yo, entre las luces
entrecortadas, los gatos ladrando, los perros maullando y mucho
gallito pavoneándose, como ajena al desamparo reinante, mirando con
lástima como se perdían las miradas en el sun sun de los altavoces.