Borrar; que acción tan sencilla y
complicada a la vez. Borrar el trazo de un lápiz se hace fácil, pero el
pasado queda como las cicatrices profundas en la piel, invariables,
aunque moldeadas por el paso del tiempo y el vil juego de la memoria
que deforma el recuerdo hasta confundirlo de forma.
Y aquí me quedo, muda, sorda y
deseando la ceguera para jamás haber visto lo que vi ni tener que
ver las reacciones de lo que contaré. Aquí, sin saber si volverá a
haber otro "Y" pues la vida se vuelve incierta desde que
deja de ser pasado.
Esperando la total enagenación recurro
a mis queridas letras que nunca me abandonan y siempre me comprenden.
Me arropan si así lo pido en cualquier sitio y momento. Me consuelan
a su forma estas pequeñuelas y en las situaciones más desesperantes
solo el saber que están ahí me sirve de pañuelo.